martes, 8 de diciembre de 2015

El álbum de nuestra familia primate.

La primera vez que Isabel Muñoz (Barcelona, 1951) entró en una reserva de bonobos con su cámara, uno de los simios acababa de morir y el resto de la manada estaba, literalmente, de luto. «No hemos podido llevarnos el cadáver», le explicó uno de los responsables del santuario a la fotógrafa, «porque están en duelo y necesitan despedirse de su hermano muerto. A veces, el fallecimiento de un ser querido les duele tanto que mueren de pena».

El respeto por los muertos que muestran estos primates, así como la ternura entre madres y crías, los abrazos, las caricias y los besos entre parejas de amantes, e incluso sus sofisticados juegos eróticos, son algunos de los comportamientos que más han impactado a Muñoz a lo largo de los tres años que ha dedicado a su último proyecto: una exploración fotográfica de los parientes más cercanos al ser humano en el reino animal, que le ha llevado a recorrer las principales reservas de grandes simios en África y Asia.

El objetivo de esta extraordinaria aventura ha sido retratar a los primates no como en los típicos reportajes de naturaleza a todo color, al estilo de National Geographic, sino en blanco y negro, con una estética que recuerda a los daguerrotipos de los antiguos fotógrafos ambulantes del siglo XIX. «Por eso este trabajo lo he titulado Álbum de familia», explica Muñoz en el estudio donde está dando los retoques finales a sus imponentes retratos, que se expondrán desde el 16 de diciembre hasta el 13 de febrero en la Galería Blanca Berlín de Madrid. «Les he querido retratar como en las clásicas fotografías de nuestros antepasados, porque de hecho su manera de mirar, sus gestos y sus posturas me recuerdan mucho a cómo posaban las personas en aquellas imágenes antiguas. Al fin y al cabo de ahí venimos, somos todos de la misma familia».




 


 


 


La fotógrafa espera que su proyecto sirva para que el gran público descubra a través de sus imágenes «el hecho de que compartimos muchas de las mismas emociones, tanto las buenas como las malas, desde la empatía y la ternura hasta la agresividad y los celos», y que, en definitiva, «ellos, como nosotros, son una mezcla de luz y de oscuridad».

Si Darwin pudiera contemplar la hermandad evolutiva entre simios y humanos que han captado las imágenes de Muñoz, seguramente se le saltarían las lágrimas. «Me encantaría enseñarle mis fotos para revelarle todos los pequeños tesoros que he ido descubriendo sobre cuánto nos parecemos a los simios», asegura la fotógrafa. Su sueño es que Álbum de familia, al mostrar todo lo que nos une a los primates, sirva para concienciar a la sociedad de la tragedia que supone el hecho de que se encuentren gravemente amenazados por la caza furtiva y el mercado negro de especies exóticas.

«Me gustaría que el concepto de derechos humanos se extendiera a todos los grandes simios», concluye. «Ellos sienten, lloran y aman, y quisiera que mis fotografías, al reflejar estas emociones, sirvan para que reflexionemos sobre el daño que les estamos haciendo a ellos y a los ecosistemas del planeta que son su hogar. Forman parte de nuestra familia y tenemos que hacer todo lo que está en nuestras manos para evitar su desaparición».

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