martes, 5 de abril de 2016

Comió basura durante un año y esto es lo que le ha pasado

Rob Greenfield ha seguido una dieta a base de desechos alimentarios recogidos en más de 1.000 contenedores a lo largo de varios países del mundo
robbie

Rob Greenfield no está loco ni es un muerto de hambre. Sin embargo, entre sus quehaceres diarios está el revolver los cubos de basura en busca de comida.

No lo hace por necesidad, sino por convicción. Mientras recorría Estados Unidos en 2014 en una bicicleta de bambú, a Greenfield le llamó la atención la cantidad de comida que se tiraba. Y se propuso algo: iba a comer solo de aquello que la gente considera basura.

Iba a hacer del 'dumpster diving' una forma de vida.

Así ha estado más de un año, comiendo de lo que encontraba en los contenedores de basura. Y no le ha pasado nada malo. Más bien al contrario: ha ahorrado todo lo que un estadounidense se gasta en comida un año.
Su objetivo era demostrar que la mayoría de la comida que acaba en el contenedor es todavía comestible y que cualquier persona puede alimentarse de ella sin acabar en el hospital.

A Rob le llamó la atención que se tirasen toneladas de comida mientras 50 millones de estadounidenses pasaban hambre. Trazó un plan y se fue a Sudamérica sin un solo centavo

Todos los días, con otro grupo de amigos, buscaba en contenedores y se fotografiaba con la comida que había recogido. Si él no lo dijera, toda esa comida pasaría como alimentos recién salidos de la tienda de turno. Además de estar en buen estado, la comida que recogía era abundante.


En una entrevista al diario argentino La Nación, Greenfield aseguró que quiere cambiar la conciencia de la gente para que deje de desaprovechar comida.

"La mayoría de los alimentos que se tiran suelen tener tan buena calidad que podría hacer una cena para cualquiera que lea este artículo y jamás se daría cuenta de que todos los ingredientes proceden de la basura", dijo. 

"La mayoría de los alimentos pueden consumirse sin problemas después de haber vencido", añadió respecto a las fechas de caducidad que imponen los estándares sanitarios pero que, por otro lado, provocan que la comida en buen estado se siga tirando.

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