martes, 12 de abril de 2016

Una entre todos, o la increíble historia de la primera fotoperiodista española

Joana Biarnés retrató a los Beatles, a Lola Flores, a Nureyev, fue la fotógrafa de Raphael...y la única fotógrafa en un mundo dominado por hombres

Joana

Una entre todos. Así fue la vida de Joana Biarnés, la primera fotoperiodista española. La pionera, única en un mundo reservado para los hombres. La protagonista de una historia que parece casi de ficción. Aunque, ya sabéis lo que se dice, la realidad siempre la supera.
La historia de esta extraordinaria mujer fue el secreto mejor guardado de los 70 hasta que, en 2012, un grupo de periodistas deciden rescatarla del olvido y colocarla en el lugar que le pertoca. Así nace el documental, Una entre Tots, que se ha estrenado este jueves y narra la vida de la fotógrafa catalana.

Joana comienza en la fotografía por su padre, un fotógrafo deportivo de Terrassa, “Mi padre es mi principal referente. Un día, no podía hacer unas fotos y voy yo por él. A raíz de esto acabo publicando un reportaje de espeleología en el periódico Mundo Deportivo”, recuerda Joana.

Ella aún no sentía la llamada de la fotografía, pero ver su firma por primera vez en un periódico marcó el punto de inflexión. “Esa firma me imponía cierta responsabilidad. Pensé, lo que no puedo hacer ahora es firmar un día y luego desaparecer”, recuerda. Así que decidió asumir esa responsabilidad que el destino le había otorgado.

 

Joana pagaba la deuda que tenía con su padre con fotografías. Imágenes deportivas de ciclismo, jockey hierba o fútbol que tomaba sorteando todo tipo de críticas e insultos. “No quiero molestar a nadie diciendo que los aficionados al fútbol son unos bestias...pero en aquel momento eran unas fieras. Cuando bajé al campo de fútbol me empezaron a insultar, el árbitro me quiso echar... fue un golpe terrible para mí. Pero también fue una oportunidad de demostrar cosas. No podía decir, oiga perdonen, cojo mis cosas y me voy.
Y Joana se quedó.

Poco a poco llegaron más trabajos, más fotografías. En 1962 unas riadas asolaron Terrassa, Joana hizo equipo fotográfico con su padre y fue la primera vez en la que se sintió una profesional. “Lo que estaba retratando lo iba a ver mucha gente por lo que tenía que estar bien hecho y con muchísimo respeto. Era una gran responsabilidad”.

 

A partir de ahí, Joana decide que su camino es la fotografía. Pero no se lo pondrán nada fácil. Toca a las puertas de los periódicos de Barcelona pero nadie se las abre. Hasta que publica un reportaje en el diario Pueblo, le gusta al director y entra a formar parte de la plantilla de la edición de Madrid. A ese primer reportaje le siguen muchos más. Joana tiene la capacidad, la picardía y la astucia de estar en el momento preciso y en el lugar oportuno. Aunque eso signifique ser una entre todos.

¿Era complicado trabajar en la sociedad machista de aquellos años?
Lo más duro fue del 55 al 68. Esos años eran el machismo al poder. Era lógico por el gobierno que teníamos. La mujer en casa, a cuidar de los hijos, el marido contento y a fregar platos. Y si eras joven a hacer canastillas con la Sección Femenina. Así formaban a la mujer. Cuando entré en Pueblo y sentí todos los obstáculos fue cuando dije: tienes que ser una buena fotógrafa pero además no te puedes rendir, no puedes flojear porque si no irán a por ti. Las mujeres nos pasamos la vida demostrando siempre más que los hombres. En mi caso fue un poco de valentía mezclado con amor propio. ¿Me dices que por esta puerta no entre? Pues muy bien, voy a dar la vuelta y voy a intentar entrar por aquella.


Por la puerta... o por el montacargas. Joana consigue lo que nadie de la época pudo lograr. Colarse en la habitación de los Beatles durante su viaje a Barcelona. Lo logra subiendo por el montacargas del hotel. Joana hace también las mejores fotos de Lola Flores, Orson Wells, Carmen Sevilla o Nureyev, elige con Massiel el vestido que llevará en Eurovision, toma gintonics con Tom Jones, va a la ceremonia de los Oscar -donde Clint Eastwood le roba un beso-, es la fotógrafa oficial de Raphael, crea su propia agencia fotográfica, viaja a Hollywood a cubrir rodajes... todo el mundo quiere ser retratado por la Joana.

Pero de todos estos personajes, hay dos de los que guarda un recuerdo especial. Dos artistas y dos razones completamente diferentes. 


Dalí es un personaje que me ha dejado un gran recuerdo, quizás por la doble vida que tenía. Podía ser el hombre de la calle y, de repente, ver una cámara y sacar el artista que llevaba dentro. Esa ambivalencia me fascinaba,” recuerda la fotógrafa. “Y luego ya por lo difícil y por el juego que tuvimos que utilizar para conseguir el reportaje...me quedo con Roman Polanski”.

El juego del que habla Joana hace referencia al verano de 1970, cuando junto con el periodista de Pueblo José Luis Navas, engañan a Polanski para conseguir la exclusiva de sus vacaciones en Marbella.

"Fue magistral, nos hicimos pasar por un matrimonio".

¿Y Polanski se llegó a enterar?
¡Claro! Dejé la profesión y nos montamos nuestro pequeño restaurante en Ibiza. Y un día llama Polanski para venir a cenar. Tuve la tentación de confesar pero pensamos que igual se enfadaba y no volvía más. Pero a la segunda vez ya no aguanté más. Salí con mi traje de cocinera y le dije “Señor Polanski, usted estuvo en Marbella...y es verdad que le engañaron. Usted comió paella con una pareja de periodistas, y una de ellas era yo. Me miró y me dijo ¡Muy bien hecho! Se lo tomó bien, ya habían pasado muchos años.

Joana deja la profesión en los setenta, desencantada con el rumbo que tomaba el periodismo moderno. La fotógrafa intenta vender unas fotos de un enfermo de cáncer pero se las rechazan. Eso no vende. “Más que el gesto de desprecio, lo que más daño me hizo fue pensar y ahora qué. Qué futuro me espera a mí, que estoy acostumbrada a reportajes basados en verdades”. Joana se da cuenta de que ahora tendría que inventar embarazos, disfrazar a gente o imaginar historias.

 
 
Y decide colgar la cámara . “Yo siempre he tenido tres pasiones: la primera, el fotoperiodismo por encima de todo; la segunda, mi marido; y la tercera, la cocina”, enumera. Así es como Joana monta un restaurante en Ibiza por el que pasarán los más famosos de la época.

Pero, como pasa con todas las buenas historias, hay que quedarse hasta el final y escuchar. Porque la vida fotográfica de la Joana no se acaba aquí, sino que continúa unos cuantos años más tarde. A sus ochenta años, Joana está otra vez enganchada a la fotografía. “Cuando haces algo con mucho gusto se te mete por las venas, va circulando y puedes darle un descanso pero tu cabeza siempre estará pensando en ello”. Por eso, cuando a Joana le preguntan cuál es su mejor foto, ella siempre contesta lo mismo.
 "La que voy a hacer mañana. Para mí la mejor foto no es la que hice ayer, seguramente sea la que haga en el futuro".

Joana no se plantea volver de manera profesional sino que lo quiere hacer sin prisas, sin presiones. De momento, disfrutando del éxito del documental que recoge los años más intensos de su vida. La fotógrafa nunca le había dado valor a su archivo, no sabía que podía causar este impacto. Y menos que alguien querría hacer una película con él. Ya casi al final de la entrevista, llega Jordi Rovira, uno de los responsables de la película.

¿Te ha dicho que destrozaba las fotos? – me pregunta Jordi.
Porque ocupaban espacio. Me faltaba espacio, entonces le dije a mi marido. “Mira, trituradoras de papel, me irán muy bien porque tengo muchas fotos y no sé dónde ponerlas. Mira que bien, confeti".
Pero afortunadamente esos negativos se han salvado. Una entre tots llegó justo a tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario