Un relato sobre cómo el hombre se convirtió en bestia en Abu Ghraib, contado en primera persona
"Yo fui un interrogador en Abu Ghraib. Yo torturé".
Con estas palabras, Eric Fair describe su trabajo en Irak en un artículo publicado en The New York Times.
Fair fue enviado en 2004 a la cárcel de Abu Ghraib como interrogador
civil. Ese mismo año, las infames fotografías de las torturas de los
prisioneros de esa cárcel salían a la luz.
Una pirámide de hombres desnudos, un hombre con la cabeza tapada de pie
en posición de crucifixión, un hombre cubierto de excrementos de
perro...
Todo eso se convirtió en una oscura parte de la Historia
de Estados Unidos. Todo eso es ahora la recurrente pesadilla de Eric
Fair.
Fair denunció varias veces lo que presenció en Irak en medios
estadounidenses pero ahora ha decidido contar toda la historia en un libro que ha titulado Consecuencia.
"A pesar de mis esfuerzos, no puedo ignorar los errores que he cometido
en los interrogatorios de Fallujah. Fallé al no desobedecer una orden
sin mérito, fallé en no proteger a un prisionero bajo mi custodia, fallé
en no cumplir con las normas de decencia humana", escribe Fair en un artículo de The Washington Post.
"En cambio, intimidé. degradé y
humillé a un hombre que no podía defenderse a sí mismo. Puse en
compromiso mis valores. Nunca me perdonaré a mí mismo".
Fair creció en una comunidad fuertemente presbiteriana que valoraba la fe por encima de todas las cosas. En 1995 se alistó en el ejército, en un programa lingüístico. Se convirtió en experto de la lingüística árabe.
En 2002 le diagnosticaron problemas cardíacos; ya no podía continuar su carrera militar.
Cuando comenzó la guerra de Irak del 2003, Fair se alistó en el CACI,
una agencia de información estadounidense para la que no se requerían
exámenes médicos.
Fue enviado a
Irak, a la cárcel de Abu Ghraib. Su trabajo consistía en interrogar a
los prisioneros, de los que por cierto, se disponía de muy poca
información.
Algunos eran culpables, otros no. Todos estaban encarcelados en condiciones intolerables. Todos sufrieron vejaciones.
La Cruz Roja estimó que entre un 70% y un 90% de los encarcelados habían sido detenidos por error.
"He visto cómo los detenidos fueron obligados a permanecer desnudos
toda la noche, temblando en sus celdas frías, pidiéndonos ayuda. Otros
sufrieron largos períodos de aislamiento en habitaciones pintadas
enteras de negro. La falta de sueño y comida era muy común junto a los
abusos físicos, las patadas y los golpes", relata Fair en Consecuencia.
En el 2007, el interrogador no lo soportó más. Lo confesó todo a un
abogado del Departamento de Justicia y a dos agentes del Comando de
Investigación Criminal del Ejército.
Proporcionó imágenes, cartas, nombres, cuentas de primera mano, los lugares y las técnicas usadas.
No fue procesado.
"Torturamos a la gente de la manera
correcta", relata en su libro. "Seguimos los procedimientos adecuados y
las técnicas aprobadas".
El informe
publicado por el Comité de Inteligencia del Senado en diciembre de 2014
dio a conocer que la CIA no rendía cuentas ante los organismos de EEUU y
proporcionó información falsa y engañosa al Congreso y a la Casa
Blanca.
El informe indicó que al menos 26 personas
fueron detenidas injustamente y sin cumplir las normas del gobierno para
la detención.
Fair no participó
en las detenciones, su trabajo consistía en interrogar. Para ello usó,
al igual que todos los demás trabajadores, técnicas agresivas que
incluían dejar sin sueño una semana a los detenidos, aislarlos,
manipular sus comidas u obligarlos a permanecer en posiciones dolorosas
durante horas.
Ahora la culpa le corroe.
Actualmente, Flair imparte clases de escritura en la Universidad de Lehigh pero no consigue olvidar lo que pasó en Irak.
Él, que ahora corrige textos de sus alumnos, él torturó.
Cada noche tiene pesadillas en las que hay charcos de sangre que tiemblan, rostros sin nombre que le piden clemencia.
Su matrimonio se desmorona. Sus problemas con la bebida pueden acabar con su corazón más pronto que tarde.
Constantemente escucha sonidos en su cabeza que le suplican, que
lloran, que gritan. Oye como la cabeza de uno de los detenidos choca
contra la pared, como sus huesos se quiebran y crujen. Oye los sonidos
de la muerte.
Escribir su libro le ha
ayudado a sacar esa confesión agonizante de la crueldad que anidaba en
su corazón. A exponer uno de los episodios más oscuros de la guerra de
George Bush.
Para Fair, este episodio no debe
quedar olvidado, debe ser parte de la Historia turbia de los EEUU, debe
estar presente cada vez que se quiera iniciar una guerra por "los
valores de la democracia".
Su libro es en el fondo un relato valiente que cuestiona a todo un país, que cuestiona a todos los seres humanos.
Sin embargo, él seguirá viviendo con estas visiones para siempre. Con
los sonidos agónicos. "Así es como debería ser", confiesa el hombre que
torturó.
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