lunes, 2 de mayo de 2016

Así han evolucionado las drogas de la violación, el simple contacto con el agresor es suficiente

Los polvos en la bebida son pasado. Ahora el simple contacto es suficiente

Droga


La burundanga, nombre popular de la escopolamina, se conoce desde hace cientos de años. Este alcaloide extraído de plantas comunes y arbustos se utiliza en países como Colombia, Venezuela, Ecuador o Argentina como medio para cometer delitos. Ya en la Antigua Roma se utilizaba como veneno, pero fue en la Edad Media cuando las dosis se redujeron de forma estratégica y el brebaje pasó a ser una herramienta que permitía “manipular” las relaciones amorosas.
Hoy, las drogas de abuso o sumisión química poseen nombres como “aliento del diablo”, “polvo zombi” o “beso del sueño”, y aunque los medios de comunicación siguen hablando de burundanga, las técnicas y sustancias más utilizadas son otras.
La droga de la violación o date-rape drug es un fenómeno rodeado de misterio por motivos de carácter científicos, no por las leyendas populares.
Consiste en la administración, a escondidas, de sustancias psicoactivas con una finalidad criminal, habitualmente para abuso sexual o robos. Las víctimas ven anulada su voluntad sin quedar del todo inconscientes, y al día siguiente no tienen idea de lo que les ha sucedido. En algunos pocos casos, la víctima es mínimamente consciente de la agresión, pero su cuerpo no responde.
Si bien las drogas más conocidas son el gammahidroxibutirato (GHB), la ketamina o escopolamina, no son las que más se utilizan hoy en día. Tampoco en el registro nacional francés predominan las drogas más famosas en la calle, ni las que aparecen en los primeros resultados de búsqueda de internet.
Estudios recientes a partir de casos en la ciudad de Barcelona señalan al alcohol etílico (etanol) y a las benzodiacepinas y sus análogos (como el zolpidem o la zopiclona) como las sustancias más recurridas. Según un estudio del instituto catalán de Medicina Legal de 2011, el 66,7% de los casos con sospecha de sumisión química fueron positivos en etanol.
El método poco tiene que ver con los míticos polvos en la bebida. Según el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses (INTCF), el simple contacto con el agresor es suficiente. Es habitual que el individuo roce zonas mucosas como los labios o el lagrimal del ojo. También funcionan las simples caricias, soplidos, o incluso conseguir que la víctima ojee un periódico o acerque la vista a un mapa.
Estas sustancias combinan dos cualidades que las convierten en armas perfectas y "misteriosas": la dosis adecuada hace efecto en unos 5 minutos, borra la memoria de la víctima durante unas dos o tres horas y después desaparece de su organismo.
No se detectan en los análisis protocolarios que se efectúan en las urgencias de cualquier hospital, los de sangre y orina. Pero los análisis de cabello pueden encontrar restos de esta sustancia hasta muchos meses después.

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