lunes, 16 de mayo de 2016

Faldas largas para esconder las armas: así son las chicas malas de Japón

Colegialas armadas y peligrosas.

Japan Gang 

Cuando pensamos en chicas japonesas es probable que lo primero que aparezca en la mente es esa imagen generalizada de la mujer inocente que se viste como niña, disfrazada de lolita kawaii o como una colegiala hipersexual. Antes de eso hubo una subcultura de mujeres jóvenes que buscaron demostrar que la femineidad y la fortaleza no son excluyentes.

Seguramente si te encontraras con una Sukeban de noche no cruzarías la calle. Con su uniforme escolar completo con medias altas y una falda larga hasta parecían una versión más conservadora de una estudiante común. Sin embargo, hay una trampa: la falda larga servía para esconder más armas.


La hermandad Sukeban era el equivalente femenino de los Yakuza, era un grupo de lo más violento y organizado, que supo alcanzar a más de 20 mil integrantes, todas chicas. No obstante, antes de ser una pandilla de delincuentes era un grupo de mujeres hartas de la opresión machista y decidieron desquitarse con una imagen reaccionaria y una agrupación que servía para empoderar a las mujeres.

Sukeban significa, literalmente, "chica jefe", era una cultura que buscaba poner a las mujeres en primer lugar. Las faldas largas eran como un dedo medio lanzado a la mirada masculina, una reacción ante la revolución sexual de los años 60, y los uniformes escolares modificados una forma de apropiarse de su propia narrativa. Estaban diciendo "no estamos para tu consumición y si nos miras mal te vamos a cortar".


No obstante, la subcultura duró poco, al igual que el punk inglés de los años 70, las sukeban fueron tragadas por el mercado. Eran algo tan nuevo y loco que solo podía terminar siendo famosas y formando parte de las películas más extrañas que ha producido Japón, y, sabiendo el tipo de cosas que se hacen allí, eso no es decir poco.

Para los años 80 películas de sexploitation, como la serie Terrifying Girls' High School, volvía a colocar a las mujeres como objetos pasivos a la mirada del hombre, aquello que las sukeban originales habían luchado tanto por impedir.


El mainstream se comió a uno de los grupos más únicos del Japón de los setenta, pero aún quedan otras tribus urbanas, como las bōsōzoku, mujeres motociclistas que se hartaron de ir detrás de un hombre y formaron su propia pandilla, y, por supuesto, las fotos que muestran a las Sukeban en toda su gloria.

 
 
 
 
 
 
 

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