Una medida que se debería haber tomado hace años.
FGM, la mutilación genital femenina, comprende todos los
procedimientos que, de forma intencional y por motivos no médicos,
alteran o lesionan los órganos genitales de una mujer.
Esta práctica no aporta ningún beneficio a la salud de las mujeres y niñas, más bien todo lo contrario:
puede producir hemorragias graves y problemas urinarios, además de
quistes, infecciones, infertilidad y complicaciones de parto. Muchas son
las que mueren en el procedimiento, ya que se realiza casi siempre de
manera rudimentaria, con herramientas como cristales, cuchillos o
cuchillas de afeitar contaminadas.
Es por eso que creo que Nigeria ha hecho historia. Porque al declarar
ilegal la mutilación genital femenina, Nigeria rompe con una tradición
infame que lleva años perpetuándose,
un crimen horrible que
busca amparo en la historia y en la convención social pero que, en la
práctica, no es más que una violación, clara y concreta, a los derechos
humanos de las mujeres y niñas del mundo.
Porque una vez promulgada la “Prohibición de violencia contra las
personas”, la mutilación genital femenina ya no está amparada por la
ley.
Hoy, nadie más puede decir con orgullo que su hija fue cortada, mutilada y humillada para convertirse es una mujer más pura.
Porque al menos, sabemos que se ha reconocido su ilegalidad. Este fue
uno de los últimos actos del ex presidente Goodluck Jonathan, y su
sucesor, Muhammadu Buhari (quien asumió el cargo el pasado viernes 29 de
mayo), deberá encargarse de perpetuar la orden.
Unos 140 millones de mujeres y niñas sufren en la actualidad las
consecuencias de esta práctica. Y no podemos ser tan ingenuos. No
podemos soñar con que, a partir de hoy, no se repetirá nunca más un caso
tan macabro como este. Pero lo que sí podemos hacer es aplaudir el
paso. Porque al menos hoy, Nigeria está haciendo algo por sus mujeres.
Probablemente no logre erradicarlo por completo, de un momento a otro,
pero al menos hoy,
puede mirarlas a los ojos sin sentir vergüenza.
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